Hojas Sueltas. Nostalgia peor

Ballpoint pen attached to blank loose-leaf paper placed on wooden table

Por: Sergio A. Rossi

Hay quienes ponen los ojos en blanco y recuerdan los fastos del Centenario y que nuestro país era espléndido. Una bobada, al menos en la mayoría de los casos.
Que un nieto de oligarcas crea que aquel país era fantástico a pesar de su injusticia social y de su dependencia, es moralmente cuestionable pero se comprende. Que un descendiente de los excluidos de entonces -muchos de ellos inmigrantes blanquitos llegados aquí por hambre, pestes, guerras o persecuciones raciales y políticas- se identifique con quiénes excluían a sus abuelos o bisabuelos, es de rastacueros, alienados, nuevos ricos de la cultura, egoístas sociales.
También hay muchos que explicaban lo “inevitable” del ajuste económico salvaje que se dio en años recientes. Se trata, decían convencidos, de un “sinceramiento”, ya que no podíamos seguir teniendo como sociedad aquel nivel de gasto y de consumo.
Es una discusión posible. Habría que ver por qué se pudo sostener del 45 al 55, por qué algo se mantuvo hasta 1976, y por qué se pudo volver a dar entre 2003 y 2015. Analizarlo cuidadosa, detallada y desapasionadamente.
Lo que llama a sospecha es que quienes predican la doctrina del ajuste necesario quieran que ese sinceramiento se aplicara solamente sobre los pobres y la clase media, y no sobre los más ricos.
¿Si viniera una época de padecimientos inevitables, por qué no compartirlos o -mejor aún- mostrar la ejemplaridad de los ricos y los poderosos llevando ellos la parte más pesada, ya que les sobra tanto?
Cosa que no invento yo, que ya lo dijo San Pablo hace 2000 años:
“Y tampoco se trata de que, para alimentar a otros, ustedes pasen necesidad, sino de que, según un principio de igualdad, la abundancia de ustedes remedie en este momento la pobreza de ellos, para que un día la abundancia de ellos remedie la pobreza de ustedes.
De este modo reinará la igualdad, como dice la Escritura: ‘A quien recogía mucho, no le sobraba; y al que recogía poco, no le faltaba’”. (2 Corintios 8.7.9.13-15).
No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás, sucedió, dijo el poeta.