Hojas Sueltas. Memes II

Por Ariel Vercelli

Los mejores memes no tienen autor. Circulan por la cultura sin ser atribuidos a nadie. Reconociendo el poder de los memes generados por personas corrientes para servir a la propaganda de un Estado, el comandante del Cuerpo de Marines de EE. UU. Michael Prosser escribió en 2005 una tesis de maestría titulada: “Memética: una industria que crece en las operaciones militares de Estados Unidos”, en la que pidió la formación de un centro de guerra de memes que contrataría a personal para producir y compartir memes como una forma de influir en la opinión pública.
La idea de Prosser no se hizo realidad, pero el gobierno de Estados Unidos sí reconoció que los memes representaban una amenaza. A partir de 2011, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa de EE. UU. (DARPA por sus siglas en inglés) ha ofrecido 45 millones de dólares en subvenciones para la investigación de lo que llamó «redes sociales en comunicaciones estratégicas», con la esperanza de que el Gobierno pudiera detectar «mensajes engañosos y desinformación intencional» y crear contramedidas para abordarlo.
No obstante, esa investigación no preparó a DARPA para la campaña de desinformación de Rusia durante las elecciones presidenciales que llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca. Su alcance fue descubierto sólo por parte de los periodistas y expertos. Eso reveló un error fatal en la seguridad: los agentes extranjeros son casi imposibles de detectar cuando se esconden entre la población civil. A menos que las empresas de redes sociales cooperen con los estados para controlar los ataques, esta táctica sigue activa.
Para este tipo de memes se suele usar un proceso llamado «la cadena de intercambio», promovido por el empresario de medios Ryan Holiday, quien describe este método en su libro “Confía en mí, estoy mintiendo”.
Las campañas comienzan con publicaciones en blogs u otros medios de noticias con bajos estándares. Si todo va bien, alguien importante difundirá la desinformación sin saberlo mediante un tuit, lo que después conducirá a su cobertura en medios más grandes y de mejor reputación. Eventualmente, el damnificado o alguien descubrirá el engaño. El problema es que la molestia de corregir campañas de desinformación como estas suele cumplir con el objetivo de difundir ese meme al máximo, un proceso llamado amplificación.
Los memes hacen que las farsas y las operaciones funcionen fácilmente a una escala internacional. Deberíamos considerarlos una seria amenaza.