Hojas Sueltas. Desencuentros

Sergio A. Rossi

En 1974 un libro recopiló magníficos prólogos que Jorge Luis Borges había escrito para distintas obras de autores nacionales y extranjeros: Prólogo con un prólogo de prólogos. Empezaba mi adolescencia, y aunque conocía de mentas de Borges no había leído nada de él. De hecho, lo primero que recuerdo haberle leído fueron dos de esos prólogos. El primero, a Crónicas marcianas, de Ray Bradbury. El segundo, a la edición de Corregidor de Aventuras de Alicia, de Lewis Carroll. Uno de aquellos prólogos es a una edición del año ‘62, con selección del mismo Borges, de poesía y prosa de Almafuerte. Ahí Borges nos dice: “El poeta argentino es un artesano o, si se prefiere, un artífice; su labor corresponde a una decisión, no a la necesidad. Almafuerte, en cambio, es orgánico, como lo fue Sarmiento, como muy pocas veces lo fue Lugones. Sus fealdades están a la luz del día, pero lo salvan el fervor y la convicción. Como todo gran poeta instintivo, nos ha dejado los peores versos que cabe imaginar, pero también, alguna vez, los mejores.” En un libro de diálogos con Sábato vuelve sobre esta idea cuando dice que Quevedo escribía mejor que nadie, pero reconoce la grandeza de Cervantes, que perdura y emociona más. El propio Sábato insiste también en que Arlt o Dostoyevski, a pesar de tener defectos formales graves, son enormes artistas de genio. Un poco mayor, ya en la universidad, me hice tardío peronista y lector de Borges. Me pareció una lástima ese desencuentro de Borges y el populismo. Tanto su poesía como su prosa parecen convergentes, a inicios de los ’40, con lo popular. Ha de haber influido lo de las formas; lo de las innecesarias, contraproducentes -algunos dicen que inevitables- agresiones del peronismo a la estética y a la ética individualista de la clase media argentina. Esa clase media que se identificó más con la clase alta que la despreciaba y utilizaba como masa de maniobras que con el peronismo que la benefició. Llama la atención cómo eso que Borges observa, entiende y disculpa en la literatura, se le oscurece cuando mira en la política. Actitud extendida en muchos compatriotas. Una especie de incapacidad para analizar y ordenar lógicamente las prioridades, valorizando por la percepción del conjunto. Y no sólo se da en la literatura. Cuando lo ven desde lejos, entienden. Poca gente juzga la gestión de Clinton por el «affair Lewinski».