Hojas Sueltas. Carne

Esther Vivas

El consumo de carne se asocia a progreso y modernidad. En los últimos 30 años, la producción y el consumo se mantiene o experimenta un alza discreto en todas las regiones menos Asia. La percepción de la carne como alimento suntuoso se mantiene únicamente entre la población de los países con menores rentas. El incremento en el consumo ha sido especialmente dramático en China, India y Brasil. El ciudadano chino medio pasó de ingerir 4kg de carne al año a los 62kg de la actualidad. El consumo en los países industrializados se ha estancado, debido, entre otros, a los escándalos alimentarios (vacas locas, gripe aviar, pollos con dioxina, carne de caballo en lugar de carne de vaca, etcétera) y a una mayor preocupación sobre lo que comemos. El aumento de la población en estos países, su urbanización y la imitación de un estilo de vida occidental por parte de una amplia clase media explican este fenómeno. Pero el incremento de la ingesta de carne en el mundo no resulta gratuito sino que sale muy caro, tanto en términos medioambientales como sociales. Para producir un kilo de carne de ternera se necesitan 15.500 litros de agua, mientras que para producir un kilo de trigo hacen falta 1.300, y por un kilo de zanahorias 131. Entonces, si para satisfacer la actual demanda de carne, huevos y derivados lácteos en todo el mundo se necesitan cada año más de 60.000 millones de animales de granja, engordarlos sale carísimo. De hecho, la cría industrial de animales genera hambre, ya que 1/3 de las tierras de cultivo y un 40% de la producción de cereales en el mundo se destina a alimentarlos, en lugar de dar de comer directamente a las personas. Según datos del Grupo ETC, 3.500 millones de personas, la mitad de los habitantes del planeta, podrían nutrirse con lo que consumen estos animales. Además, vacas, cerdos y gallinas, en el actual modelo de producción industrial e intensivo, son algunos de los principales generadores de cambio climático. Se calcula que la ganadería y sus subproductos generan el 51% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. De hecho, una vaca y su ternero en un feedlot emiten más emisiones que un auto con 13.000 kilómetros a cuestas, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Una pregunta se impone: ¿podemos seguir comiendo tanta carne?