Señor director:
Nada es lo que parece. Eso hay que saberlo, de lo contrario vivimos engañados siempre. Lo aparente, sea gratificante o tremebundo, en sí mismo es falso y, por supuesto, falso también es lo que sugiere –aunque el observador no llegue a notarlo.
La pavorosa realidad que ha engendrado la pandemia del covid-19 en las mentes de la gente, no vamos a decir que sea del todo falsa, pero sí menos tremebunda de lo que suele parecer. El miedo que ha suscitado y sigue suscitando, ha desatado un pánico de múltiples aristas que, al generalizarse, ha provocado un tremendo impacto psicológico (léase múltiples psicopatías en cadena) que han convertido al virus en posición de “Rey de reyes”, puesto que ha puesto de rodillas a todos los “reyes” de la Tierra, incapaces de enjaretar a sus vasallos tal como él lo está haciendo desde que asumió el poder. Desde entonces dejó invalidados los descomunales arsenales de armas atómicas construidos para disuadir enemigos con amenazas de una eventual destrucción masiva, algo que él, como “Virus Real” aunque de tamaño microscópico, no para de hacer pacientemente sin encontrar oposición significativa, al menos de momento.
¿Quién iba a pensar que en tiempos tan opuestos a las monarquías y las dictaduras, aparecería alguien que sin ejércitos ni bombas amedrantaría a todo el mundo amordazándolos con tapabocas, restringiendo sus libertades, poniendo de cabeza la economía mundial y diezmando paulatinamente a la entera la población sin disparar un tiro ni fustigar a las masas con rabiosos discursos demagógicos a lo Hitler?
A partir de ahora, todo lo que hemos aprendido solo sirve para cuestionar nuestro errado proceder a lo largo de los siglos, y con suerte, a poner en claro que el propósito de la vida no es el que habíamos pensado. Ahora, la propuesta que hiciera hace más de cincuenta años, el cada vez más famoso Srila Prabhupada de “Vida simple y pensamiento elevado”, cobra especial relevancia entre los que seriamente desean conocer el verdadero propósito de la vida humana para organizar su día a día de una manera inteligente que contribuya a elevar la conciencia, situando sus aspiraciones centrales en el plano de lo absoluto, conscientes de que emplear la energía en los caprichos que embrutecen, es un derroche que debilita su innata voluntad de plenitud.
Por supuesto, las falsas verdades continuarán provocando reacciones jacobinas en la gente, pero a medida que unos pocos despierten y adopten formas de vida inteligente, se formará una masa crítica que podrá bombear la conciencia y cambiar el mundo para siempre. De no ser así… Bueno, tarde o temprano tendrá que ser así, pues de lo contrario la ley del ritmo sería inexistente, y todos sabemos que las leyes naturales son perennes.
Lucas Santaella