Cuidémonos mientras podamos

Señor director:
El mundo padece una crisis coyuntural de la que todos hablan y nadie sabe cómo resolver. La pandemia ha servido para evidenciar que todo está infecto de contrariedades, odio, miseria y desconcierto. Los grandes adelantos y acciones talentosas también abundan, pero inevitablemente son eclipsados por la racha de calamidades que enfrentamos.
Todo está agotado, ideas, logros, y paciencia. Gran parte de lo que se dice carece de fundamento comprobado. Muchos no soportan la vida ni con alcohol, drogas o pastillas. La impotencia para lidiar con lo adverso los ha vuelto esclavos de sí mismos El sexo sublimado rige como como último recurso de los que sucumben en el delirio irracional, donde lo desorbitado y carente de sentido se afianza sin que nada se lo impida. La decadencia en curso es una caótica entropía de la que cada uno a su modo forma parte, conscientes de que lo nefasto y carente de sentido es inevitable. La inmensa mayoría vive apiñada en una esfera de incongruencia colectiva, consagrados a un supuesto “vanguardismo” basado en la autodestrucción.
La pandemia y sus letales repercusiones catastróficas constituyen un problema colectivo no sólo para quienes lo padecen en carne propia, sino incluso para los familiares, amigos y personal sanitario que trata de salvarlos. Tal como están las cosas, no hace falta ser adivino para darse cuenta de que el mundo ha acumulado tensas situaciones en las que los conflictos han ido proliferando como hongos. La situación en el territorio comprendido desde México hasta Argentina presagia ser cada vez más caótica, no solo en el ámbito financiero sino en el político-social, dramáticamente desgastado y urgido a reinventarse. Todos y cada uno de los países latinoamericanos están poblados por gente habilidosa, creativa, sencilla y noble, pero en términos generales la deficiente educación impide a muchos de ellos desarrollar su capacidad organizativa al nivel requerido para la era en que vivimos. Quien quiera realmente entender lo que está ocurriendo ahora (junio 2021), tiene que cambiar radicalmente su forma de pensar. Creer que si la pandemia no existiera seríamos felices es una falacia. La pandemia nos ha hecho ver hasta qué punto estábamos desubicados en cuanto al modo de actuar y de entender la vida. Dos años atrás la situación del mundo y de muchos de nosotros era altamente irregular, promiscua y desapacible. Ahora que pasamos más tiempo en casa, cuidemos nuestras relaciones, escuchémonos unos a otros, aceptemos al otro en sus diferencias, conectémonos con nuestra sabiduría innata vinculada a la naturaleza que nos sustenta, como el conocimiento experiencial de la cultura mapuche, o como la Bhagavad-gita o ciencia de la acción, donde se explica al detalle el conocimiento de la verdadera naturaleza de las cosas, las repercusiones de las acciones indebidas, y la manera de ser realmente libre y exitoso en esta vida y la siguiente.
Lucas Santaella