Apaga la televisión y enciende tu talento

Señor director:
La desbocada modernidad, con su avanzada tecnología y su abrasivo sistema financiero, deshumaniza brutalmente a las personas y las convierte en seres robotizados sin alma. Verlo de otro modo es estar ciego. Muchas personas no saben que son almas espirituales y se aferran a las cavilaciones pseudo-científicas para afianzar su postura nihilista y despreocuparse de lo que pueda ocurrirles después de la muerte. En esta “modernidad sin alma” no hay lugar para cualquier filosofía, doctrina o religión que no concuerde con la concepción material de la existencia, sacralizada por los científicos con teorías acerca de lo que no conocen. Sin alma que salvar, ni Dios a quien rendir cuentas, los ateos y los nihilistas sonríen socarronamente con ingenua euforia producto de su desmedida imaginación. Ambos se ufanan de haber tomado la decisión de “no caer en la ilusión de que el alma espiritual existe”, a fin de conducirse en la vida con una moralidad de “banda ancha” que no desestabilice su estatus hedonista, ni interfiera con su contenciosa actitud de empecinado avestruz irreverente.
Hoy en día, el mundo está conformado por una sociedad de personas alienadas y éticamente incapaces de autogobernar su vida con suficiente eficiencia, sabiduría y dignidad. Las supuestas libertades de la democracia han puesto al descubierto innumerables asimetrías y duplicidades reflejadas en la abultada lista de anacronismos culturales que todos conocemos. Los desatinos humanos constituyen una considerable cantidad de propuestas desafortunadas causantes de innumerables fatalidades socio-culturales que, no obstante evidenciar cuánto han perjudicado a todo el mundo, aún se les otorga validez con eufemismos de ilusos irresponsables, incapaces de discernir con fundamentado criterio y precisión.
La mayor parte de la gente aún no admite que equivocó el camino y, a pesar de su degradación progresiva, enfermedades incurables –e inesperadas calamidades como la fatídica pandemia del covid-19, el deterioro ambiental, etc. –, no se da cuenta de que, en cuanto a carácter, fuerza de voluntad e inteligencia práctica, es bastante deficiente. La falta de alternativas válidas es de tal magnitud que ha acrecentado la desorientación e insensatez de las masas, y frustrado las repetidas iniciativas de paz y bienestar. A la pregunta de “¿qué hacer?”, la respuesta podría ser algo como esto: Apaga la televisión y enciende tu talento. Hay un mundo sublime, vasto e invisible que no cesa de anunciarse con suma elocuencia en cada perplejidad, negación o afirmación de lo esencial. Nuestros pasos deben encaminarse hacia formas de vida sencilla con pensamiento elevado. La Bhagavad-gita tal como es, traducida y comentada por Srila Prabhupada, informa acerca de estos temas de manera clara, entendible y atinadamente precisa.
Lucas Santaella