Señor director:
El dicho popular “Año nuevo, vida nueva” indica que el inicio de un nuevo ciclo siempre suele abrir inéditas oportunidades para nuevos logros, o incluso para renovar la propia vida. Se usa, típicamente como saludo al comienzo de cada nuevo año, invocando un plausible espíritu optimista a propósito de la parte de la historia recién comenzada.
Para muchos de nosotros, el año pasado no fue tan bueno como hubiéramos querido, por lo que repetir el dicho de “año nuevo, vida nueva” al comienzo del 2021, es una aspiración más deseada que nunca, dada la preocupante situación creada por la pandemia del Covid-19 y sus secuelas. De ahora en adelante, para enfrentar los nuevos retos de la vida habrá que utilizar toda la destreza imaginativa que se tenga, y para ello uno tendrá que renovarse. Acomodar el presente con recetas del pasado ya no funciona. Habrá que adelantarse al futuro e interpretar mentalmente las implicaciones de cada cosa que nos ocurra como accidentes circunstanciales semejantes a los sismos y tormentas que, una vez vividos, lo vuelven a uno más fuerte.
El Covid-19 nos tiene acorralados, y resulta casi imposible sustraerse a su aterradora influencia hasta para los más duchos en lidiar con lo adverso. Pero aunque parezca que el 2021 no será mejor que el 2020, nosotros sí somos ya mejores debido al conocimiento adquirido sobre el asunto en los doce meses de confinamiento entre la vida y la muerte que hemos padecido. A partir de ahora, la experiencia habida nos permitirá capear bastante mejor los inconvenientes que se vayan presentando. Aunque parezca que la adversidad nos debilita por afuera, de igual modo también nos fortalece por adentro.
Habrá que renovarse o reinventarse, pero jamás rendirse. Habrá que desarrollar un nuevo modo de concebir la realidad y convivir con ella centrados en lo esencial. Pase lo que pase, debemos adelantarnos a los acontecimientos para que estos no nos tomen por sorpresa. Es tiempo de hacer balance y extremar las precauciones, no solo sobre los riesgos del contagio viral, sino sobre la necesaria optimización del buen juicio en todas las áreas descuidadas relativas a la moral, la autoestima y la espiritualidad. Los dramáticos acontecimientos vividos deberían bastar para convencernos de que del pantano adónde nos ha llevado el materialismo craso, solo puede sacarnos el espiritualismo auténtico. A este respecto, doctos y legos en el tema deben saber, que para salir del pantano, la recomendación de Jesús de “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo” es esencial.
En lo sucesivo, quizás la innata voluntad de plenitud haga posible que lo más adverso sea visto como evento didáctico, e influya como acicate de superación, en virtud de un claro entendimiento derivado de la aceptación de lo inevitable, de por sí suficiente para trascender el sinsentido de lo impropio.
Lucas Santaella